El drama del 15 de octubre apareció en medio del dolor general, recurrente dentro de todos los efectos colaterales que deja un magnicidio. No obstante, también surgió desde el desgarramiento de pasiones encontradas, afectos no conciliados e inculpaciones de los bandos afectados.

Cuando nació el documental de los Di Doménico sobre Rafael Uribe Uribe, político y militar colombiano que luchó contra la arbitrariedad del gobierno conservador en cabeza del entonces presidente Miguel Antonio Caro, y que lo convirtió en uno de los grandes promotores de la Guerra de los mil días, todavía no se había llevado a cabo el juicio contra los asesinos. La refriega pública en la que se discutía sobre la culpabilidad de los homicidas era contradictoria:

“los liberales atribuyeron la responsabilidad a los conservadores y especialmente a los jesuitas; los conservadores, a su vez, la atribuyeron a los liberales, especialmente a la secta masónica; y conservadores y liberales señalaron como responsable al partido republicano, como que era el más opuesto al rumbo político que venía trazando el general Uribe” (204-205).

Cabe decir que la idea del documental fue pensada desde febrero de 1915, fecha en la que fue convocado un concurso para hallarle un argumento a la cinta. No obstante, aunque hoy en día resulta imposible conocer el resultado de dicha convocatoria, podemos decir que durante el mes del aniversario del magnicidio se estaba preparando el documental.

La empresa del Cine Olympia elaboró una reconstrucción de los detalles que resultaban más llamativos del asesinato del general Uribe, se pensaba traspasar con suma viveza el insuceso a la órbita de la cinematografía. No obstante, ante la sazón de los hechos, el partido liberal sentó su descontento, puesto que según su punto de vista la película resultaba un “reflejo deficiente” e impreciso de los Funerales de Uribe Uribe. Al poco tiempo acusaron de poco dolo y de morbosas las intenciones de la cinta.

Para rematar, la película muestra una especie de apología criminal de los asesinos del caudillo. Basta con darse cuenta de que la empresa de cine les pagó a los tunantes cincuenta dólares para explotar su delito a favor del espectáculo. La consecuencia, fue naturalmente que los matarifes se dejaran retratar públicamente. Los detalles sobre este infortunado pago fueron ventilados por el abogado de uno de ellos en una audiencia del proceso.

Poco a poco, la discusión sobre el dinero pagado a los asesinos y sobre la rotunda ausencia de decoro sobre el caso se cernió sobre los Di Doménico, acusados de facinerosos y de oportunistas, se cuestionó incluso la motivación sobre la naturaleza de la película. Obviamente el revuelo general sobre el tratamiento del tema de los funerales del general Uribe hizo imposible que este documental se exhibiera de forma neutra.

Franceso Di Doménico no supo leer el orden de las contingencias, su interés estaba regido por la pasión de mostrar la llaga y por supuesto por su papel dentro del desenvolvimiento del suceso de moda.  Sumado a lo anterior se configuraron una serie de situaciones que determinaron el hundimiento de la película. El documental fue vedado en Bogotá y en casi la totalidad de la República.

Sin embargo, más allá de los incordios de orden público y del moralismo, hubo quienes permitieron la proyección de esta obra de discordia y sensacionalismo. Según los vestigios que quedan del modo en el que fue orquestada la cinta podemos decir que algunos hechos que se revelan de acuerdo con su producción son los siguientes:

  1. Apertura: Retrato de Uribe Uribe (al que le disparó un extremista en Girardot).
  2. Cirugía antes de la muerte.
  3. Funerales
  4. Salida de la catedral con el féretro
  5. Desfile popular
  6. Carruaje con coronas
  7. Discursos (se cuenta con los de Antonio José Uribe y Marco Fidel Suárez, entre otros).
  8. Salvas del ejército y la policía
  9. Presentación de los asesinos en el panóptico
  10. Homenajes en el primer aniversario
  11. Desfiles
  12. Peregrinaciones
  13. Discursos
  14. Cierre (tuvo lugar en el mausoleo, una mujer, alegoría de La libertad agita la bandera de Colombia)

Ante la estructura de la cinta surgen varios interrogantes, entre ellos: ¿fueron reales las tomas de los funerales, o se trató de una superposición de imágenes de apoyo?, hay quienes se apoyan en el hecho de que se trató de una rodaje en tiempo real, pues al momento del sepelio los Di Doménico habían traído máquinas suficientes para grabar películas.

En todo caso, la reflexión que surge de este episodio del cine colombiano nos remite a la pregunta sobre el orden de la representación. No se trata solamente del rechazo popular, o del morbo, sino también de la creación de material efectista que se cataloga a partir del consenso general en términos de tragedia. Aun así, se cree: ¿demarca lo ocurrido con esta cinta una manera en la que el cine atestigua la realidad? Y si es así, ¿cómo es posible mostrar los códigos y costumbres de eventos tan relevantes como los que suscita un magnicidio político?