Boletín informativo #48 – Junio 2009

Hernando Salcedo Silva: la pasión por el cine, en una vida dedicada a la cultura

El 1 de febrero se conmemoraron los 70 años de haber sido fundada la Radiodifusora Nacional de Colombia, hoy conocida como Radio Nacional. Con motivo de tal acontecimiento se desarrolló una programación especial y se dieron al servicio nuevos equipos. En este marco se dio comienzo a la distribución de un grupo de publicaciones en cederrón y DVD, con recopilaciones seleccionadas del archivo, el más completo y antiguo del país de programas emitidos que, en su momento, fueron presentados y escritos por eminentes intelectuales como Guillermo Abadía Morales, Andrés Pardo Tovar , Manuel Zapata Olivella y Hernando Salcedo Silva. Acerca de este último ofrecemos una relación del contenido en los DVD y la presentación del  cuadernillo con el esbozo biográfico que le fue encargado al subdirector técnico de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano.

«Hemos de tener arte propio» (I). Primeros registros y puestas en escena

Con motivo de las celebraciones del Bicentenario de la Nación se presenta, por parte del subdirector técnico de la Fundación Patrimonio Fílmico, un artículo donde se aborda el surgimiento de los esbozos de un cine nacional, a partir de las primeras puestas en escena con temas relacionados con la gesta independentista, de la que Ricaurte en San Mateo (Francesco y Vincenzo Di Domenico, 1915) es el primer anuncio, aunque ningún vestigio material de esta película ha llegado hasta hoy. La alegoría de la libertad, primera representación simbólica de la cual se tienen algunos segundos (que se presentan en video), pertenece presumiblemente a El drama del 15 de octubre, realización de los Di Domenico, pioneros italianos en la realización cinematográfica en el país. Esta primera búsqueda de una expresión propia a través del cine, entronca esta puesta en escena con la tradición alegórica que viene desde la colonia. Una primera lectura de este escrito tuvo lugar el lunes 1 de marzo en la Sala Oriol Rangel, del Centro Cultural Planetario, en el marco del ciclo El cine en el bicentenario de la Independencia, organizado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, dependencia de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá.

«Hemos de tener arte propio» (II). La tragedia del silencio

En este segundo artículo se demuestra cómo el cine era ya una opción de entretenimiento, arraigada en la naciente sociedad urbana de la Colombia de los años veinte, lo que permitió que empresarios y realizadores aunaran esfuerzos para que, entre 1924 y 1928, se produjeran quince largometrajes con temas y capitales nacionales. La tragedia del silencio, de Arturo Acevedo Vallarino, se estrenó el 20 de julio de 1924 en el Teatro Faenza bajo el lema de «la primera película auténticamente colombiana». Antes, durante el lanzamiento de su productora, la Casa Cinematográfica Colombia, ya la película había sido bendecida, cuando en aquella ocasión el representante de la iglesia, Monseñor Ismael Perdomo, se refirió al cine como«el arte es bueno» y el presidente de la república, Pedro Nel Ospina, entusiasmado determinó «Hemos de tener arte propio». El subdirector técnico de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano participó con esta charla en el ciclo de conferencias organizado alrededor de la exposición Sociedad e Imagen, que tuvo lugar del 4 de febrero al 25 de marzo, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, organizado por iniciativa del programa de Diseño Gráfico de la Facultad de Ciencias Humanas, Arte y Diseño de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.

Los géneros en el audiovisual: la comedia

Desde muy tempranas épocas, la comedia ha sido uno de los géneros más desarrollados en el cine colombiano, sea por su función crítica y moralizante (Amenaza nuclear o La estrategia del caracol, por ejemplo), sea por su afán de divertir a la sociedad (El taxista millonario, como arquetipo del «benjumeísmo», o La pena máxima, como modelo de un prolífico «daguismo» aún imperante). La televisión, siempre lista para comprender y explotar, según la convicción de sus empresarios, las necesidades del público masivo, ha visto en la comedia un género práctico y rentable, hasta el punto de que ésta ha gobernado parrillas de programación por largos años (Yo y túDon Chinche o Dejémonos de vainas), ha examinado múltiples ámbitos estéticos y sociales (de lo popular en Romeo y Buseta a lo surrealista en Los frescos y lo costumbrista en Las señoritas Gutiérrez) o ha transformado y «agredido» al género melodramático (de «Gallito» Ramírez a Fercho y compañía, de Yo soy Betty, la fea a Ecomoda y Betty Toons, de Pedro el escamoso a Como Pedro por su casa). «La comedia maneja todo» y, seguramente por eso, en un país que necesita contarse, pero también “necesita ser alegre, gozar de la vida”, este género encuentra acogida siempre, casi sin importar la calidad de sus producciones: el cuento es reírse.