La familia Acevedo, considerada pionera de la cinematografía colombiana construyó una empresa de producción de películas que estuvo activa desde 1920 hasta mediados de 1950, en el año 1955 emprendieron su última realización.

Los artífices de esta iniciativa fueron Arturo Acevedo Vallarino y sus dos hijos, Gonzalo y Álvaro Acevedo Bernal. Estos últimos, fueron responsables de la expansión y de la gestión de la empresa familiar.

Con dos largometrajes en su haber y numerosos noticieros y películas institucionales filmadas por encargo, la empresa de los Acevedo sufrió de modificaciones temporales que estuvieron sujetas a alianzas no formales y esporádicas con otras compañías.  En parte, este tipo de estrategia funcionó para el fomento y utilización de nuevas tecnologías.  Lo anterior puede evidenciarse, en gran medida, en sus noticieros, es el caso del “Noticiero Nacional” y el “Noticiero Cineco”, pertenecientes a la etapa silente.

Del mismo modo, se reconocen el “Noticiero Colombia” y “Acevedo Sono Films” como producciones correspondientes a la etapa de ensayos sonoros comprendida de 1937 hasta 1955.

No obstante, dentro del panorama es necesario tener en cuenta que en 1929, Cine Colombia S.A, primera compañía de comercialización de películas, compró la totalidad de la empresa de los Di Doménico, la cual era una de las responsables de la llegada del cine a Colombia. Las repercusiones fueron que los escasos laboratorios dotados con el tipo de infraestructura necesaria para el procesamiento de negativos fueron también adquiridos por la empresa.

De igual modo, la adquisición del antiguo Circo España y la distribuidora de Belisario Díaz en Medellín cumplieron a cabalidad la idea de expansión de Gabriel Ángel y Roberto Vélez, sus fundadores. Poco a poco, Cine Colombia se fue abriendo paso entre el terreno ya abonado por los precursores que intentaron crear una cinematografía nacional y se dejó sin asidero a muchas casas cinematográficas, entre ellas a los Acevedo, que tras haber alcanzado éxito económico con el largometraje de “Bajo el cielo antioqueño” (1925), no se arriesgaron a invertir en laboratorios propios, en parte porque la inversión era muy riesgosa. Ante tal circunstancia estos decidieron arrendar los equipos de la floreciente empresa para seguir adelante con la realización de noticieros silentes.

Al haberse convertido en la primera compañía que comercializó películas, Cine Colombia adquirió contratos de exclusividad con teatros de todo el país para la exhibición de filmes extranjeros, esta actividad garantizó el monopolio de la empresa.  Cabe la pena aclarar que, Cine Colombia fue creada para el aprovechamiento y explotación de espectáculos públicos y cinematográficos. La empresa creció a pesar de las limitaciones y de la precariedad de los recursos materiales y ambientales típicos del momento: falta de teatros, problemas con la energía eléctrica, equipos. Todas las dificultades fueron solventadas exitosamente y la empresa se asentó con fuerza en el panorama del entretenimiento.

En los años treinta, la inestabilidad económica no inmutó los propósitos de la empresa, la compra y exhibición de cintas extranjeras y la desaparición de Sicla-Journal, noticiero de los Di Doménico cedió el espacio para la empresa de los Acevedo, quienes se asociaron al gigante del espectáculo y realizaron entre 1929 y 1932 el Noticiero Cineco, que registró algunos momentos importantes del fin de la república conservadora.

Podría decirse que el episodio fundante de este informativo fue el 8 de junio de 1929, día del Carnaval estudiantil, en el que ocurrió la muerte del estudiante Gonzalo Bravo Pérez, y de las protestas en la capital en contra de la hegemonía conservadora. El lente de los Acevedo registró el insuceso y en general, logró una mirada sobre el entorno político de la época, propiciando un espacio de observación de los modos y usanzas de esa época y además, una visión sobre las costumbres y el modo de vida de la sociedad en las primeras décadas del siglo pasado.

 

Fuente: “Hechos colombianos para ojos y oídos de las Américas”; Clara Inés Forero y Adriana María Carrillo, Ministerio de Cultura, 2003.