A finales del siglo XIX, las bibliotecas y museos reconocían la importancia de los archivos sonoros y fílmicos. No obstante, se debatían sobre su valor documental. Se  pensaba que no era contundente el  impacto de estos registros dentro de los procesos culturales y sociales. La desconfianza que surgió con respecto a la naturaleza del objeto fílmico se debía en parte a la fragilidad de los soportes en los que este material se fijaba.

Hoy en día y, gracias a muchas cruzadas, se ha consagrado la idea del  valor y repercusión de las imágenes en movimiento dentro del ámbito patrimonial. Precisamente, ha sido desde el contexto de lo técnico y lo legal que se ha configurado el concepto de obra audiovisual.  Por tanto, este tipo de documentos también son considerados como objeto del depósito legal.

Muestra de lo anterior es la Biblioteca del concejo de Washington a inicios del siglo XX, dicha entidad se aseguró de reunir  y conservar estos acervos, lo que a la par coincidió con la iniciativa del Congreso Mundial de Cinematografía en 1923 que se celebró en París. En ese momento se evaluó la validez de las imágenes en movimiento en calidad de documentos que daban cuenta de procesos antropológicos, sociales e históricos.

Una de las peticiones del congreso al ver el potencial y significado de este material fue que se construyera una cinemateca general y que se elaborara un catálogo de películas documentales.

En consecuencia,  con el paso de los años se crearon los primeros archivos de filmes y cinematecas. Del mismo modo, la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF), conformada en 1938 se encargó de guardar no solo los soportes fílmicos de las  imágenes en movimiento, sino además  elementos como las bandas de sonido magnético, equipos y documentos en papel.

De la experiencia de la FIAF surgió una convergencia de diversos materiales que provocó que en algunos países, durante las décadas de los setenta y ochenta, el Estado agrupara la gestión de estos acervos tan diversos. Hay que tener en cuenta que para esta época el material no solo provenía del cine sino también de la televisión y el video. Con las anteriores características en cuenta se fusionaron los medios nombrados, por lo que de dicha amalgama surgió, en el caso de Inglaterra  el Archivo Nacional de Cine y Televisión y en Francia el Instituto Nacional Audiovisual (INA).

Cuando el cine sonoro y parlante logró reunir en un solo soporte sonido e imagen en movimiento no se habló propiamente del término audiovisual. De hecho la palabra se acuñó cuando el cine ya se había consolidado  como una manifestación cultural determinante.

De igual forma, en un principio la televisión tampoco fue reconocida como un hecho audiovisual trascendente. Fue solamente cuando el registro simultáneo de la imagen y el sonido en cinta magnética se masificaron que el  término audiovisual se hizo popular.

 

Adaptación de: “Principios y técnicas en un archivo audiovisual”, sobre el patrimonio audiovisual. Rito Alberto Torres Moya y Myriam Rosalba Aponte Melo.