Hoy en día las alternativas para aproximarse a las tecnologías de la comunicación y de la información proponen una serie de ejercicios reflexivos sobre la manera en la que se produce y se interpreta el contenido de las diferentes ficciones y procesos creativos ante los que nos enfrentamos.
Desde la instancia del archivo audiovisual esto representa un desafío, por lo que es necesario replantearse las funciones de este entorno para así dialogar con el ecosistema de creación y participación que fenómenos como la transmedia suponen.
Ante el auge de nuevas comunidades de intereses, generadas a partir de los estímulos e interacciones que tienen lugar entre los espacios mediados y actualizados por la tecnología de la comunicación, el archivo toma su hacer desde la reutilización de sus acervos y así, también para propicia la visibilización de sus fondos.
Este proceso de recodificación del lenguaje de la comunicación ofrece, por un lado, la creación y el fortalecimiento de comunidades que convergen desde las filiaciones voluntarias –desarrolladas en proyectos intelectuales e inversiones emocionales− que vuelcan toda su potencialidad en la producción e intercambio de formas epistemológicas y narrativas cuya principal característica es la expansión significativa de objetos de consumo o de análisis.
Por ejemplo, la narrativa transmedia representa un proceso en el que los elementos integrantes de una ficción se dispersan de manera sistemática a través de múltiples canales de distribución. Lo anterior tiene como objetivo crear una experiencia unificada y coordenada del entretenimiento.
Este tipo de formato semántico problematiza las relaciones afecticas y efectivas del conocimiento en el ámbito de la cibercultura. Según lo anterior, en este contexto, la función del archivo audiovisual debe procurar la inserción de elementos de innovación, capaces de generar y robustecer contenidos.
Del mismo modo, el archivo debe considerar su papel a partir de la lógica de las industrias culturales e igualmente de la de los usuarios, pues frente al escenario digital de la multiplataforma, los activos audiovisuales ya no solo deben dar soporte a los usuarios internos o de investigación, sino que deben revalorizar los contenidos para las necesidades de proyectos de creación compartidos en los que los sistemas verbales, icónicos, interactivos y por supuesto audiovisuales tengan cabida.
Lo anterior ocurre en el momento en el que se nutren programas y narrativas transmediáticas, o se ilustra el universo ficcional creado con fondos de acontecimientos pasados o actuales. De este modo, la preservación digital se torna imprescindible en tanto que compromete un valor de utilidad a futuro.
Ante la discusión que se cierne sobre las nuevas tecnologías cabe también mencionar el papel que representa el archivo en su calidad patrimonial, pues con el desarrollo del entorno web las piezas que componen el acervo cambian y adquieren significaciones plurales en las que su razón de ser termina por valerse de distintas políticas de difusión y de puesta a disposición del público con un aire renovado e integrado en las prácticas digitales.