Arturo Acevedo Vallarino y sus hijos Gonzalo y Álvaro Acevedo Bernal
El Archivo Histórico Cinematográfico Colombiano de los Acevedo es considerado como una piedra angular del cine nacional. Con estos acervos fílmicos nace la historia de una cinematografía propia, porque ellos, Los Acevedo fueron los precursores colombianos, conjuntamente con los italianos Di Domenico. No obstante, más allá de ese hecho encontramos el legado de hombres apasionados, que entre el arrojo y la paciencia que procuran los propósitos recién descubiertos, se entregaron a un oficio ante el cual estaban huérfanos y sin apoyo.
La historia de los Acevedo confirma una alucinada búsqueda por el registro, por el acérrimo gusto a documentar, a representar y a llevar a cabo un periodismo intuitivo y creativo. Cabe decir que fueron treinta y cinco años en los que su mirada se cernió sobre un país que aparecía entre espejismos y despertares, entre el musgo de un olvido tenaz que se parecía a la ignorancia, que era a la larga otra manera de reconocer a Colombia y así tener una idea sobre la Patria.
El cine de los Acevedo logró ir más allá, pasar por las ataduras de los milímetros, pantallas y proyectores hacia un estado de cine expandido en el que se involucró toda una familia. Recordemos que sólo hasta los años cincuenta del siglo veinte nos llegó la televisión, a cambio de la caja de entretenimiento, la conversación se tomaba el lugar de los encuentros y desencuentros. Arturo Acevedo, un respetado dentista y General de Voltígeros en la Guerra de los Mil Días, también es precursor del teatro en Colombia creó en 1909 la Compañía Dramática Nacional y en 1911 la Sociedad de Autores de Colombia, desde donde promovió que las compañías internacionales incluyeran obras de autores locales. Pero, al final propuso a su familia crear una empresa para filmar películas, se centró en hacer del cine su propósito vital.
Arturo sabía que un negocio dedicado al espectáculo y que contara con actores nacionales podía ser rentable, por tanto, no tuvo miedo al nuevo oficio al que la curiosidad le instaba. El resultado fue que en 1924 fundó la Casa Cinematográfica Colombia, antecesora de la Casa Acevedo.
De esta forma, los Acevedo celebraron la inauguración de sus estudios con obras fílmicas y anunciaron el estreno para un veinte de julio de La tragedia del silencio (1924), su primer largometraje, que además cuenta con el atributo de ser el primero de realización netamente nacional. De lo que se conserva de este filme, somos conscientes, como audiencia, de la perspicacia de Arturo para cautivar al público mediante el recurso del melodrama. Luego de esta exploración cinematográfica, realizó Bajo el cielo antioqueño (1925), en alianza de Gonzalo Mejía y la Compañía Filmadora de Medellín y donde su hijo Gonzalo Acevedo Bernal, se desempeñó como fotógrafo y camarógrafo.
Nadie imaginó que esta cinta resultara ser un éxito, ni Mejía ni Acevedo creían, en su momento, lo que al cabo del tiempo terminó siendo leyenda. De ahí en adelante el triunfo alzó muchas promesas que se cristalizaron en rutas de disolución: Mejía no volvió a producir películas y los Acevedo no rodaron nuevamente otro largometraje de ficción.
Desde esa renuncia al melodrama surge una simiente que marcaría un giro al camino de la producción de su cinematográfica, se trató de un interés cada vez más marcado por el registro de acontecimientos de la vida nacional. De hecho, se destacan los funerales de Benjamín Herrera en febrero de 1924, así como las filmaciones sobre los carnavales estudiantiles de la capital y las carreras en el hipódromo de Magdalena, acontecimientos que tuvieron lugar ese mismo año. La insistencia en el seguimiento de este tipo de sucesos marcó la incursión de los Acevedo en el periodismo documental y se cristalizaría en la creación de El Noticiero Nacional (1929).
Más adelante Cine Colombia contrató a los Acevedo y surgió el Noticiero Cineco, que terminó en 1932 con la filmación de las Olimpiadas de Medellín. En este punto reapareció El noticiero Nacional que parece, desde la perspectiva de hoy, como una condensación de la personalidad política del caudillo liberal Olaya Herrera.
El impulso creativo de la empresa familiar llevó incluso a una representación épica en Colombia victoriosa (1933) en la que se asiste al ingenio y a la recursividad para documentar un el incidente bélico iniciado cuando las tropas peruanas se tomaron Güepi, cerca de Leticia. Y en 1937 las primeras películas con imágenes en movimiento y sonido sincrónico. En fin, la historia de este intento por abarcarlo, documentarlo, registrarlo y representar cada minucia resulta primordial dentro de la historia audiovisual de Colombia. En honor a ese ingenio y a esa lucidez creativa en el Programa de UNESCO, Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe (Memory of the World Latin America and Caribbean, Mowlac) se inscribieron estos archivos como un símbolo de la importancia del legado fílmico y, sobre todo, como un importante reconocimiento a su trabajo de preservación.
Porque con la salvaguarda de este legado la memoria colectiva de una nación se hace presencia, se observa a sí misma por medio de los ecos y las figuras destempladas de un pasado que reclama reflexión, reconocimiento y sobre todo arraigo. Por este motivo, entre muchas otras cosas, la labor de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano resulta vital para la preservación de este tipo de material, y si empezamos hablando sobre la pasión por un ideal, como fue el caso de Arturo Acevedo, terminamos hablando también del empeño y el cuidado con el que la entidad, en sus más de treinta años de vida, ha proporcionado las condiciones técnicas apropiadas para que la mirada de aquellos que intuyeron el origen del cine colombiano no se aplaque con el peso de la muerte en los párpados, ni con la degradación de los soportes de nitrato que terminan por arder en autocombustión, ni con los vapores acéticos, sino al contrario, que la conservación mantenga intacto el espíritu para así ser socializado con las generaciones actuales y por venir. De este modo celebramos el ingreso del Archivo Acevedo en el MOWLAC.