MEMORIAS DE YURUPARÍ
RECUERDOS DE GLORIA TRIANA
Por
Bertha Quintero Medina
Artista, Música, Activista y Gestora Cultural
(Editorialista invitada)
abril de 2022
Conocí a Gloria Triana a mis 22 años, empezando la carrera de antropología en la Universidad Nacional de Colombia, fue una de mis primeras profesoras, tal vez la única mujer en esa época, junto a Ernesto Guhl, Darío Mesa, Enrique Valencia, Luis Duque Gómez, Milciades Chávez, entre otros. Hoy, a mis 74 años, tengo la alegría de seguir transitando a su lado. Rápidamente se convirtió en un referente de vida, en una guía, un camino a seguir, mostrándonos, una ruta y un ejemplo a alcanzar a varias generaciones.
Se destacó siempre por ser una maestra interesada y comprometida con el país, sus apuestas pedagógicas fueron innovadoras, tanto en el enfoque que propuso para desarrollar una metodología de investigación en antropología, donde debíamos partir de sistematizar las ideas y priorizar los propósitos del trabajo, organizando la recolección de datos y la información, insistiendo siempre en la importancia de identificar y buscar las cifras de primera mano, directamente con las fuentes primarias.
Logró acercar los estudiantes a la realidad del país, con salidas de campo desde los primeros semestres de estudio, que en esa época no se le permitía a los primíparos.
Vienen a mí memoria dos viajes maravillosos y fantásticos organizados por ella en 1967, era mi primer y segundo semestre. Uno a la Alta Guajira y el segundo a Guambía, en Silvia, Cauca, donde fue tanta mi sorpresa al enfrentarme a condiciones, mundos y costumbres tan diferentes de las que yo había nacido, que algunas circunstancias me pusieron en aprietos. Mi desconocimiento del clima del desierto me llevó a una insolación inmediata al caminar semidesnuda en Paraguaipoa. En el Cauca sorprendida por la forma de vestir de la comunidad, terminé trayéndome a Bogotá, a la casa de mis padres, a 5 Guambianos, con sus capisayos, azules con rayas rojas, ruanas, bufandas y mil collares, que pernoctaron por mas de dos meses en la ciudad, llegando a desesperar a mi madre.
Como estudiantes, Gloria nos impulso a intercambiar directamente con las comunidades campesinas, indígenas, urbanas marginadas, entre otras, y conocer directamente sus problemáticas.
Parte de su metodología tuvo que ver también con la confianza que estableció entre sus estudiantes, donde logró construir una comunicación fluida, llegando a formar lazos de amistad con la mayoría de sus alumnos. A muchos de nosotros nos proporcionó guías de lectura, con las que fuimos construyendo un pensamiento crítico, fundamental para entender los procesos en los que se encontraba el país a finales de los años 60, una sociedad convulsionada, violenta, clasista, racista, machista, atravesada por la radicalidad de múltiples ideologías y manejada de manera arbitraria y abusiva por los gobiernos de turno.
Nos demostró también una actitud abierta de afirmación de lo femenino frente a la vida, donde nos planteo que el primer principio de la liberación femenina se basaba en ser auto- suficientes económicamente, y así mismo, para enfrentarnos a ser madres, cuando lo decidiéramos.
Pero también hay que decir que Gloria fue una rumbera dura, organizadora de grandes e interminables fiestas, pero eso sí, siempre con música en vivo. Exitosa con el sexo masculino, recuerdo que cuando dictaba clase en la facultad, había que llegar temprano, si queríamos sentarnos adelante. Las dos primeras filas estuvieron siempre ocupadas por los muchachos que se ubicaban allí, para mirarle las piernas y la pinta.
Bailadora como ninguna, salsera, cumbiambera, asidua asistente a la rumba nocturna de los bares de cualquier ciudad, cuentera inigualable, buena bebedora, trasnochadora incansable, excelente cocinera, amiga solidaria, viajera permanente. Experta organizadora de eventos artísticos y culturales de carácter masivo.
Posterior a estos años de estudio, tuve la oportunidad de seguirle los pasos, y la vi transformarse en funcionaria pública, organizando, dirigiendo y orientando equipos de trabajo, proponiendo e inventando proyectos atrevidos; formulando políticas culturales; convertida en cineasta, fue creadora, directora de documentales y experta editora; científica social, generadora de nuevos conceptos, embajadora de Colombia, visibilizando las múltiples expresiones culturales, gestora cultural y activista política, a la que cariñosamente llamé muchas veces, “cortapalos otoñal”, por el comic de los sobrinos del pato Donald, dada su incansable actividad.
Como un ser humano extremadamente curioso y sensible, encontró muy rápido qué dentro de las diferentes culturas presentes en el país, las manifestaciones artísticas jugaban un papel, más allá de su función estética, se convertían en elementos esenciales en la construcción y afirmación de las diferentes identidades locales y regionales, volviéndose uno de los ejes fundamentales para sus trabajos futuros.
YURUPARÍ
Proponer un proyecto como Yuruparí, le requirió a Gloria recorrer diversos caminos, y tener una profunda observación del entorno y sus poblaciones. Igualmente le significó indagar profundamente sobre el desarrollo conceptual de la antropología y la sociología, para entender y explicar fenómenos sociales.
Las exploraciones de Gloria Triana por el territorio, le permitieron identificar características y desigualdades en la conformación de las comunidades, que se manifestaban en la diversidad de las expresiones artísticas y culturales. Desigualdades determinadas muchas veces por factores externos, donde aparecían relaciones de dominación económica, social y política, que subvaloraban y desconocían los procesos internos de vida y las dificultades presentes en estas comunidades.
Gloria Triana puso en evidencia, la presencia de un rico patrimonio artístico y cultural hasta entonces desconocido e ignorado en el país, donde se narraba e interpretaba la realidad de manera muy diferente a los discursos oficiales. Las distintas expresiones del arte presentaban una identidad propia, estéticas diferentes y procesos creativos innovadores, que rompían las reglas de la formación en cualquier disciplina, artes y oficios, utilizando mecanismos de socialización y divulgación basados principalmente en la oralidad. Se amplió el concepto de lo que significa el ser colombiano.
El trabajo iniciado por Gloria Triana, se propuso sacar estas expresiones locales de su aislamiento. La Fiesta, por ejemplo, en estos contextos, adquiría una connotación especial, convirtiéndose en un factor cohesionador fundamental para los pueblos, con una dimensión importante que permitía visibilizar y entender la idiosincracia, las actitudes, los comportamientos, las características y las formas de relacionamiento intergeneracional en los diferentes grupos poblacionales.
A partir de estas observaciones, Gloria inició un proceso de reflexión que permitió el desarrollo en Colombia del concepto de “cultura popular”, y de “arte popular”, significaciones que se venían trabajando en México por varios autores, abriendo en el país, para la academia, para las prácticas de los encuentros culturales, y para el desarrollo de las políticas públicas, un espacio que no existía. Donde no se valoraba lo Popular, cuando se hacían análisis de la realidad; estas expresiones eran invisibilizadas, sin darles ninguna importancia, se las mantenía al margen de las instituciones y de la sociedad en general.
El primer gran aporte de Gloria Triana fue el desarrollo en el país de estos conceptos, que pusieron en evidencia la presencia de la diversidad cultural y la formación de múltiples identidades colectivas, demostrando cómo, las vivencias cotidianas, las practicas de la vida, manifiestas en objetos, ritos, eventos y actividades, conformaban un capital simbólico fundamental para las comunidades, desconocidos por la sociedad, y mantenidas al margen de las instituciones y de los medios masivos de comunicación.
Encontró que no había documentación escrita, ni referencias a colecciones de estas obras, ni museos, ni galerías especializadas, el arte popular estaba confinado en un subsistema al margen de los circuitos de difusión y de mercado. No se reconocían diferentes y nuevas técnicas propuestas en los procesos creativos, no se aceptaban cambios innovadores en las expresiones creativas, y no se valoraban los nuevos sentidos y significados que tenían un evidente valor estético.
En este marco uno de sus primeros proyectos fue el que denominó “Noches de Colombia”, que consistía en presentar las diferentes expresiones musicales, dancísticas, teatrales, de comunidades indígenas, rurales y campesinas, en el escenario más importante del país, el Teatro Colón, para ser emitido posteriormente en televisión.
Se dio comienzo así, a un proceso que permitió visibilizar y divulgar la presencia de expresiones de las culturas populares del país, reconocerlas como factores fundamentales en la construcción de identidades locales y regionales, que aportaban a la construcción de la nacionalidad colombiana.
La presencia de estas expresiones en los escenarios, abrió también la posibilidad de crear nuevos públicos que pudieron apreciar algunos por primera vez, y reconocer otras expresiones artísticas del país. Se comenzó a evaluar también la importancia que tiene la imagen en la divulgación y apropiación de un proyecto, con las transmisiones por televisión.
El trabajo realizado por Triana, le llevó varias décadas recorriendo los diversos territorios, documentando con imágenes la riqueza étnica y cultural de las manifestaciones simbólicas de los imaginarios colectivos de los pueblos y sus historias ancestrales.
Reconocer que la creatividad de los grupos poblacionales, ha contribuido a reconstruir identidades perdidas, determinó, que no solo los estudiosos pueden apreciar estos objetos que poseen un alto valor estético, sino que también pueden convertirse en patrimonio cultural del país.
La divulgación y el impacto que tuvo en la población el programa “Noches de Colombia” y el conocimiento personal que obtuvo en sus diferentes incursiones por los territorios de las diferentes expresiones artísticas del país, le permitió a Gloria proponer la conformación de un grupo de artistas representativo de las diversas regiones de la geografía colombiana, para acompañar la entrega del premio nobel a García Márquez en Estocolmo.
A pesar de las críticas que llovieron desde todos los ángulos, el evento fue absolutamente exitoso, que tuvo como resultado un acuerdo de voluntades entre dos entidades: Focine y Audiovisuales, para financiar la realización de una serie documental, sobre la fiesta popular colectiva en Colombia y emitirlo semanalmente por televisión.
Aquí inicia Gloria Triana el proyecto Yuruparí, nombre que tomó de un ritual amazónico, un mito de origen, donde se tocan flautas sagradas, y se afirma fuerza cósmica que armoniza el mundo. Es un mito de iniciación a la pubertad de los jóvenes, a través del cual se transmiten elementos para la vida y se les informa a las nuevas generación es sobre el origen del cosmos, que se encuentra en la música, la sabiduría y a sexualidad.
La serie se inició en 1983 y llegó a realizar 64 documentales, la gran mayoría en soporte cinematográfico de 16 mm, sobre grupos étnicos y poblaciones diversas en todo el país. 35 de estos documentales fueron dirigidos por Triana, que además de proponer una metodología innovadora, presenta un lenguaje que rompe todos los esquemas del documental, con una nueva visión para manejar la imagen y el guion, mostrando las distintas formas de vida, la realidad desde la perspectiva de las mismas comunidades y su relación con la danza, la música y otros contenidos rituales sobrevivientes.
A este proyecto también fueron invitados otros directores. Fue galardonado en 1985 en el Festival Internacional de Cine de Cartagena y en 1986 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar
Yuruparí se terminó abruptamente años más tarde, en 1986, por causa del documental, “Pedro Flórez, llanero, músico y guerrillero”, donde se hizo referencia a un corrido compuesto por Guadalupe Salcedo, guerrillero liberal, realidad que no pudo aceptar, la intransigencia y la torpeza del gobierno de turno.
Con el proyecto Yuruparí se transformó el concepto del audiovisual, destacando el papel de la imagen en las investigaciones aplicadas, convirtiéndose en otro de los grandes aportes de Gloria a los procesos de investigación antropológica y sociológica. Con la divulgación de resultados, donde la imagen, se convirtió en herramienta fundamental para las investigaciones etnográficas, medio de registro y recopilación de memoria, con una metodología de trabajo que partía en primera instancia de ganar la confianza de las comunidades, manteniendo el respeto a sus costumbres promoviendo la construcción de redes y tejido social. Proponiendo nuevos campos a la fotografía, fija y en movimiento, como medio de divulgación.
Un tercer elemento importante de la propuesta del trabajo de GT, es el concepto de la construcción colectiva del guion del documental, que varía y se crea en el momento mismo de la grabación, sobre la propia filmación y permite una amplia participación de la comunidad, donde las expresiones populares como la sátira, la pantomima y el humor se integran al contenido.
Es así como se abrió la posibilidad en el país, para trabajar sobre el arte popular, pues ni antropólogos e historiadores, ni críticos lo habían reconocido como tal. En palabras de la misma Gloria Triana, “las investigaciones sobre el arte precolombino expresado en su orfebrería, cerámica y esculturas líticas, han descubierto un universo plagado de formas figurativas y figuras míticas llenas de simbolismo, y han sido publicadas en numerosos libros que respaldan las colecciones de museos del mundo”.
Y prosigue diciendo: “pero el problema no es solamente la falta de información. El arte popular agrupa dentro de esta categoría aún dentro de un mismo país, fenómenos muy diversos, no definidos con precisión, con diferencias en extremo sutiles con otras expresiones, cuyo estudio demanda unas categorías conceptuales específicas inexistentes que es necesario construir.” Concluye, “esto nos lleva a pensar que no se puede hacer una construcción conceptual en las artes, si no se reconoce la existencia del arte popular como una categoría diferenciada”.
EL CONTEXTO
Los logros alcanzados y los avances conseguidos en el campo del trabajo cultural, con la propuesta de Gloria Triana a partir del proyecto Yuruparí, no fueron suficientes para transformar del todo los imaginarios sociales en el país, ni para reconocer la presencia de una diversidad poblacional y valorar sus manifestaciones culturales.
Durante estos procesos, el país estaba sumido en una violencia sin límites, altos índices de pobreza, desempleo e injusticias, donde los jóvenes invisibilizados eran considerados un peligro social, y el resto de comunidades rurales, campesinas, negras e indígenas eran inexistentes. Fue necesario que sucediera un hecho insólito, como fue la toma a la fuerza en la Constituyente de 1991, por parte de grupos de artistas en Bogotá, que entramos a formar parte de los equipos relatores, logrando la aprobación de un articulado en el cuerpo central del documento, que reconoció el Arte y la Cultura, como derechos fundamentales de la ciudadanía, construyendo igualmente los artículos 70 ,71 y 72 que declararon la Cultura como base de la nacionalidad, y a Colombia como país multiétnico y pluricultural.
Estos enunciados se vieron reflejados posteriormente en algunos procesos que transformaron las estructuras orgánicas de ciertas entidades públicas dedicadas a formular políticas culturales en las ciudades capitales, que reconocieron las artes como objeto de política.
El impacto de Yuruparí y el trabajo en general realizado por Gloria, abrió un espacio en la política pública, en la academia y en la población, que reconoció el papel que juegan las artes, como expresiones de sentimientos individuales y colectivos, en la construcción de identidades, de comunidades, de ciudades y de país.
Como referente e impacto de esta propuesta, se impulsó la creación del primer Festival Rock al Parque, donde Gloria Triana, como Directora del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, apoyó la propuesta de crear un festival de Rock a partir de reconocer en la música de los jóvenes un elemento cohesionador y movilizador, que les permitió tomarse los espacios públicos, en una ciudad cercada por las bombas y el narcotráfico, con eventos gratuitos en los parques, en la década de los años 90.
El festival se convirtió en una herramienta fundamental de la política pública para promocionar las practicas artísticas, con vigencia actual, permaneciendo 26 años activo, abrió la puerta para fomentar las prácticas artísticas en todas las manifestaciones del arte.
Como reconocimiento al trabajo de Triana, fue convocada con su equipo, por la Presidencia de la República, para participar activamente en procesos de paz en zonas de conflicto, desarrollando proyectos similares, donde las artes servirían de herramienta principal para motivar la desmovilización de los guerrilleros, promover formas organizativas y proyectar su vinculación a la vida civil. Se pudieron desarrollar paralelamente proyectos de recuperación de memoria, visual y escrita y la publicación de algunos textos, así como la proyección de otros procesos como lo fue el de Aluna.
SIGNIFICADO DE YURUPARÍ
Yuruparí partió mi visión de país y la de muchas personas en dos, un antes y un después, donde se pudo evidenciar con mayor fuerza, la diversidad cultural presente en los territorios, ampliar una visión de la estética y apreciar el audiovisual desde otra perspectiva, observando en directo la aplicación de los años de estudio en antropología, entendiendo mejor los procesos de formación de las identidades colectivas.
La creación de movimientos contraculturales que se manifestaron a partir de este proyecto en la formulación de políticas públicas en el campo de la cultura, abrieron debates importantes, que diferenciaron los conceptos de arte, cultura y patrimonio, como proyectos particulares.
A partir de Yuruparí, se validaron también las herramientas del trabajo de investigación que proponía la antropología, como la observación participante, el diario de campo, y la entrevista, permitiendo una mejor interacción con las comunidades y una divulgación más objetiva de las diferentes realidades.
La razón de ser de los documentales, valorando las expresiones culturales les dio mayor importancia a las comunidades, como factores de supervivencia cultural.
Yuruparí les dio valor a los antecedentes culturales de las obras artísticas, como parte de la recuperación de una memoria perdida y reconoció en la construcción de nuevos mitos, un resignificando de la realidad, donde el contexto adquirió mayor importancia para reconocer los nuevos imaginarios desde donde se podría proponer la reconstrucción del país.
Entender el desarrollo de las artes y su proyección, se convirtió en el hilo conductor de mi trabajo profesional hasta hoy en día, entendiendo las artes como una herramienta vital para transformar el país.
No es casualidad que muchos de los temas propuestos en los documentales de Yuruparí, han sido declarados patrimonio inmaterial de la humanidad por Unesco; que demuestra el acierto del proyecto, al identificar, reconocer, divulgar y valorar los procesos presentes en las comunidades.
Así encontramos, El carnaval de Barranquilla; Los cantos de Vaquería; la música de Marimba; el Vallenato; La Fiesta de San Pacho en el Chocó; El Carnaval de Blancos y Negros en Nariño; Palenque de San Basilio; entre otros, que fueron documentados por Yuruparí antes de la declaración de Unesco.