De la Cinefilia al Centro de Cultura Audiovisual compendia un transcurrir de la cultura audiovisual desde sus origines fílmicos hasta la época digital. Detalla los orígenes del periodismo cinematográfico con los ejemplos de destacados personajes como Rolando Fustiñana (1915-1999) en Argentina y Hernando Salcedo Silva (1916 -1987) en Colombia. Trazando un periplo que se resume en los títulos de sus diferentes capítulos en que esta divido este texto: Del periódico y la radio al cineclub; del cineclub a la cinemateca; Del cine arte universal al patrimonio fílmico nacional; de lo fílmico a lo audiovisual; De lo analógico a lo digital; del cine como arte independiente, a la hibridación con otras artes; De la cinemateca al centro de cultura audiovisual; De lo presencial a lo virtual y el metaverso.
En el primer capítulo Del periódico y la radio al cineclub; del cineclub a la cinemateca trata del transcurrir desde las primeras películas que vieron los espectadores, hechas para el Kinetoscopio, de visionado individual y las para el Cinematógrafo de contemplación colectiva, las imágenes en movimiento han trasegado por el desarrollo de la tecnología y la expresión de cineastas los caminos de la memoria, el entretenimiento y el arte.
DE LA CINEFILIA AL CENTRO DE CULTURA AUDIOVISUAL
1. CAPITULO: DEL PERIODICO Y LA RADIO AL CINECLUB
Por: Rito Alberto Torres
Subdirector Técnico
de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano
Los incrédulos hermanos Lumière solo vieron en su cinematógrafo un invento para la investigación científica del fenómeno físico del movimiento. A pesar de pertenecer a una familia de industriales dedicados al comercio a través de su taller fotográfico, no percibieron en su momento el impacto cultural y social que tendría el cine en su desarrollo posterior. Se ha venido a conocer que sus primeras “capturas de la realidad” como La salida de la fábrica y La llegada del tren, ambos de 1895, fueron filmaciones previamente planeadas y puestas en escena al momento del registro. Podemos deducir entonces, que estos pioneros entendían claramente que el cine es una construcción de una representación de la realidad.
El Kinetoscopio de Edison de visionado individual
Después de un viaje a Estados Unidos, Antoine Lumière volvió a su casa en Lyon con un Kinetoscopio, aparato que para 1894 ya comercializaba la fábrica de Tomas Alva Edison. Su hijo Auguste, convirtió este aparato de visionado individual, en uno que permitía la observación colectiva de las imágenes en movimiento sobre un telón. Hoy en la era digital, la pantalla individual ha regresado y se ha impuesto en la cotidianidad permitiendo la visión no solo de películas, sino de todo tipo de contenidos audiovisuales en un dispositivo móvil. A través de los más de ciento veinticinco años que han transcurrido desde aquellas primeras proyecciones del cinematógrafo en Paris en 1895, la evolución del conocimiento artístico y técnico del cine ha generado importantes procesos sociales y culturales, algunos de los cuales en América Latina y en Colombia revelan la forma en que las imágenes en movimiento convirtieron al cine y a la imagen como tal, en parte esencial de una cultura audiovisual que en el contexto de nuestro subcontinente ha marcado hitos que es importante destacar.
El proyeccionista del Cinematógrafo Lumière
DEL PERIODICO Y LA RADIO AL CINECLUB
En algunos países de Suramérica las revistas y periódicos, así como la radio, fueron los primeros medios de comunicación donde los críticos y estudiosos del cine encontraron eco para divulgar sus reflexiones, opiniones y hasta sus obsesiones. Desde un comienzo el cine con sus actores, directores y las mismas películas, produjeron en el público en general y en algunos espectadores en particular, verdaderas pasiones que dieron origen a hábitos como los de los coleccionistas, y prácticas recurrentes que permitieron el surgimiento de un público cinéfilo que creó un culto cinematográfico que mistificó determinadas piezas, objetos e individuos que han logrado superar el tiempo y permanecer en la memoria como hitos. En algunos casos las trayectorias individuales son ejemplos y paradigmas no solo en los ámbitos de la creación y representación sino también en los de la interpretación, análisis y difusión.
Rolando Fustiñana (debajo del micrófono) y su equipo de colaboradores en Radio Rivadavia. 1942
Un caso muy ilustrativo de los tantos que provinieron de los medios escritos y radiales y que se convirtieron en la gestación de los primeros cineclubes en Suramérica es el del profesor argentino Rolando Fustiñana, conocido como Roland (1915 – 1999), quien fue seleccionado mediante concurso público en 1935 para ocupar el cargo de crítico de cine en la página de espectáculos del diario Crítica. Este periódico que para entonces circulaba con más de un millón de ejemplares diarios en la Argentina, publicó durante algunas semanas diversas críticas cinematográficas firmadas con seudónimo, y les delegó a los lectores la potestad de elegir al ganador.
Roland permaneció en Crítica hasta 1963 dando ejemplo de independencia, rigor historiográfico e información detallada. Adicionalmente, en el decenio de los treinta, también fungió como comentarista cinematográfico de un programa que llamó Bar Gente de Cine en Radio Rivadavia. Después de conformar un grupo de interesados que seguía su actividad en el periódico y la radio, su siguiente paso fue constituir en Buenos Aires, en 1942, un cine club al que llamó Club Gente de Cine. Su objetivo, establecer un espacio de encuentro para estudiar el cine como un fenómeno artístico independiente de las otras artes, a través de proyecciones regulares, conferencias, debates, publicaciones y mediante la consecución de filmes de Europa y Estados Unidos, de los considerados como hitos de la cinematografía universal.
Para ese entonces ya estaban lejos los días en que, en Europa, Ricciotto Canudo postuló al cine en el Manifiesto de las Siete Artes (1923) como un arte que compendia específicamente una forma de expresión. El espectáculo cinematográfico comenzó a ser considerado como objeto de análisis y estudio, propiciando la recopilación de materiales complementarios a las mismas películas como carteles, reseñas biográficas y de producción , fotografías de los rodajes, y publicaciones con comentarios y críticas, además de un universo de equipos, elementos y objetos que se fueron convirtiendo en uno de los fundamentos materiales que coleccionistas y cineclubistas comenzaron a atesorar y que se constituyeron en el cimiento de lo que hoy se conoce como centros de documentación y bibliotecas especializadas en el designado como séptimo arte.
Boletín de la Radio Nacional de Colombia, marzo de 1987
Otro caso es el del comentarista, crítico e historiador colombiano Hernando Salcedo Silva (1916-1987), quien se desempeñó en el ámbito de la cultura de su país durante más de tres décadas. Se inicio en el Cine Club de Colombia, fundado en 1949, en las tertulias que se sucedían después de las proyecciones. El enorme entusiasmo que provocó en Salcedo Silva la visión del clásico Nanook, el esquimal (1922) de Robert Flaherty, hizo que el escritor García Márquez lo motivara para que se iniciara como crítico. Su primer escrito apareció el 23 de julio de 1951 en el diario El Espectador. El Cine Club de Colombia tenía en su primera junta directiva, además del que se convertiría en el Nobel colombiano, a otros escritores como Hernando Téllez, pintores como Enrique Grau, y dramaturgos como Bernardo Romero Lozano. Esta entidad pionera en Colombia en la valoración del cine como arte y en la formación de públicos para su apreciación, fue definida por el mismo Salcedo Silva como un espacio para “enseñar el cine a través de sus mejores ejemplos”.
Simultáneamente y muy a semejanza de Roland, este comentarista desarrolló una importante actividad en la radio con programas como La música en el cine y Hablemos de cine, en estaciones como Radio Sutatenza, la HJCK y la Radio Nacional, frecuencia del Estado que en el momento de su deceso 1987, le dedicó la caratula de su boletín de programación destacándolo como uno de sus colaboradores más sobresalientes. Salcedo público en 1981 el libro Crónicas de cine colombiano, un texto imprescindible por los testimonios que contiene sobre los orígenes de la producción cinematográfica en el país.
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